El color es sensorial e individual, subjetivo por tanto. La psicología clasifica sus
percepciones adjudicándole significados, y atendiendo a las funciones que en él se
aprecian, que, como dice J.C. Sanz, serían de adaptación y de oposición.
Las funciones de adaptación desarrollarían respuestas activas, vivaces, animadas e
intensas. Por el contrario, las funciones de oposición sugieren respuestas pasivas,
depresivas y débiles. Las de adaptación son estimulantes y excitantes; las de oposición,
sedantes y tranquilizadoras. Estas reacciones emocionales ante la percepción del color
serían las que contribuirán a darles sus significados primarios.
Se han realizado estudios sobre el simbolismo cromático en diferentes culturas,
sociedades y civilizaciones, y así mismo sobre su lectura e influencia en campos como
la religión, la ciencia, la ética, el trabajo, etc. El color influye sobre el ser humano, y
también la humanidad le ha conferido significados que trascienden de su propia
apariencia. Sus efectos son de carácter fisiológico y psicológico, pudiendo producir
impresiones y sensaciones de gran importancia, pues cada uno tiene una vibración
determinada en nuestra visión y por tanto en nuestra percepción.
El color es capaz de estimular o deprimir, puede crear alegría o tristeza. Así mismo,
determinados colores despiertan actitudes activas o por el contrario pasivas. Con colores
se favorecen sensaciones térmicas de frío o de calor, y también podemos tener
impresiones de orden o desorden.
Se identifica al color con lo masculino y con lo femenino, con lo natural y con lo
artificial, con lo romántico y con lo clásico, con la popularidad, la exclusividad y con la
colectividad.
El color, por tanto, no sólo es sensación, sino que básica y principalmente es emoción.
Sus atributos como significantes son apreciados no solamente por los artistas, sinó
también por publicistas, diseñadores, decoradores, científicos, educadores, políticos y
agentes sociales y laborales, etc.
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